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Florido: Trazos de Ansias y Esperanzas
Ensayo del Catálogo Sueños y Esperanzas, agosto del 2003
Justo J. Sánchez
En la campiña cubana aprendió a dibujar. No tuvo acceso ni a museos ni a libros de arte. Su formación no fue académica. Con su juventud y sensibilidad en ristre llegó a Madrid. Allí encontró el barroco. Confiesa que Zurbarán, Murillo, Rubens, Rembrandt y Velázquez en el Prado y en el Museo Thyssen surtieron en él un profundo efecto. Los bodegones de Sánchez Cotán así como los cuantiosos ejemplos del género vanitas que viera en ambas instituciones dejaron en el joven Miguel Florido hondas huellas.
El bodegón, a la Sánchez Cotán y a la manera de los maestros holandeses, llega con Florido en dos de sus series: "Cuerpos sin vida" y "Puerta azul". No son obras que se emprenden como ejercicios virtuosistas para hacer despliegue de técnica artística. Florido las considera "autorretratos", exploraciones a fondo de la magia de su entorno. De esta forma se convierten también en pequeñas odas nacionalistas como por ejemplo en Aún aguardo tu presencia (2002). Una lectura Chasteliana (André Chastel) detectaría los elementos de ara y rito auto-sacrificial en las naturalezas muertas de este joven pintor.
La noción de vanitas aparece en el canon floridano fuera de su típica acepción judeocristiana. En una obra como La última alegría (2001) la carga dramática del momento efímero se nos transmite con la misma intensidad tenebrista de los seguidores del Caravaggio. Con este artista, no hay memento moris, sino memento absentia. En su deambular nostálgico y meditabundo ha echado mano al género que apunta a la brevedad del placer y la alegría mundana. La ausencia (La cruz va por dentro, 2001, Aquí esperándote me quedo, 2002) es el móvil que anima las meditaciones pictóricas de esta encarnación cubana del poeta renacentista sevillano Fernando de Herrera.
El opus de Claudio Bravo informa la visión de Miguel Florido. La serie "Papeles" toma como punto de partida los "Paquetes" de Bravo así como el género "betriegertje" (reversos de cuadros) del maestro del barroco holandés Cornelio Norberto Gijsbrechts inyectando también el lirismo, la sutileza y, por supuesto, la nostalgia floridanas. "Papeles" es una serie mucho más experimental donde se hace reflexión sobre la ausencia, la separación y la metafísica de la presencia, tema de vital importancia en el debate filosófico actual.
Es Miguel Florido un caso extraordinario como estudio de la cultura visual. Con ansias precoces de sondear la verosimilitud y el ilusionismo en el dibujo, lejos del bullicio urbano, viene a perfilarse y a adquirir sus rasgos característicos tras un viaje a Madrid. Por lo eurocéntrico de su discurso pictórico, Florido desestabiliza las fórmulas establecidas para la plástica cubana. Logra reanudar el diálogo con las tan ignoradas matrices hispanoeuropeas. Es, sin embargo, tan cubano como Martí, como la Avellaneda y como Baquero en quienes Madrid fue también milieu artístico.
Y, a todas estas, por más que visite a Zurbarán, a Sánchez Cotán, a los holandeses, y a Claudio Bravo, Miguel Florido nunca es derivativo. Su voz es potente y su lenguaje propio. Sus meditaciones y su poesía son tan delicadas como la orquídea de Sólo Tú (2003). Aislado en la campiña cubana y desde sus lienzos, Florido musita trazos de añoranza, dolor, sueños, deseo, amor y esperanza.
Justo J. Sánchez
JUSTO J. SANCHEZ (LA Habana, Cuba), Licenciado por la Universidad de Harvard, ha cursado estudios de posgrado en el Instituto de Bellas Artes de la Universidad de Nueva York. Es profesor de Historia del Arte en la New World School of Arts en Miami, Florida, y se desempeña como director ejecutivo de las revistas Gables y Six Continents.
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