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Cuando la Realidad es Absoluta Por: Jesús Hernández
La Revista del Diario Las Americas July 5, 2002
Cuando la Realidad es Absoluta
July 5, 2002
Por Jesús Hernández
A mí trataron de inculcarme el oficio de mezclar el arte y la política allá donde nací. De hecho, aquí donde volví a nacer, me hice el firme propósito de ser realista, profesión de por medio y sin abandonar mis principios, aunque el fantasma del mal continúe rondando por doquier.
Vicente Hernández tendrá sus razones para permanecer en la Isla. Como yo para no ir. Sólo me interesa que haya honestidad en su obra, aunque el dossier de la exhibición incluya un texto escrito por el tristemente célebre, y también historiador de La Habana, de nombre Eusebio Leal, o algo así. Eso me es indiferente.
A mí me llama la atención el fascinante estilo pictórico de este joven pintor. También su capacidad de interpretación y visualización. Y por supuesto, como si fuera un texto literario a medias tan de moda en la Isla, el significativo discurso contestario que porta su obra.
El estilo de Vicente está basado en diferentes escuelas pictóricas. Hay un destacado vigor expresivo en sus cuadros que nos remonta a todas esas vertientes. Desde hiperrealismo y realismo mágico, paisaje urbano, imágenes religiosas y una abundante presencia de aquello que dicta él desde adentro. No desde fuera.
Cuentan los académicos que el estilo pictórico surrealista es el arte exagerado que vislumbra la interpretación encontrada por el artista como expresión del subconsciente. Que sus exponentes tratan de romper las ataduras a la razón libres de controles. Que verdaderamente buscan la realidad absoluta o superrealidad.
A diferencia de Dalí, que decía que él era el surrealismo, Vicente no se cree un pintor surrealista. Aparentemente él encontró el medio de expresarse y lo que pinta es la realidad, tal como él la ve.
El medio escogido es un lugar que nombra Bujamey, tomando una narración histórica que sitúa allí al sur de la provincia de La Habana un caserío precolombino que fue punto de las emigraciones del Caribe y hoy relacionan con un pueblo pesquero llamado Batabanó donde el artista nació y aún reside.
El joven pintor plantea que el contenido de su obra evoca cualquier punto geográfico que pueda haber sufrido el curso del tiempo, las emigraciones y el propio mal. De hecho, basta con abrir la ventana que mira al horizonte para darnos cuenta cuántos lugares en el mundo sufren situaciones similares aunque las causas sean diferentes.
Pero yo, como espectador, veo que de cada una de sus piezas brota la historia y el entorno de fatiga de un pueblo como protagonista principal. El paso del tiempo, la huida, la ausencia, la evocación del pasado y el presente, con el esplendor de una época gastada por la llegada de tormentas naturales y humanas.
Vicente sustituye la coloración cálida por tonos más fríos y precisos de colores que acentúan el agotamiento como el ocre, el azul o el verde más oscuro. Su manera de emplear los colores descubre los ropajes que guardan la verdad.
Pictóricamente recurre al paisaje urbano con largas calles repletas de viejas casas de madera, callejones mojados o inundados por la entrada del mar. Y sobre todo eso agrega su percepción: los mitos y realidades por medio de isletas en forma de tortugas, elefantes que se manifiestan, buques fantasmas que flotan en el aire, peces enormes que devuelven lo perdido y hombres que lo devoran, pegasos que llegan, ángeles que sobrevuelan, edificaciones históricas y desaparecidas, pueblos amontonados como torres babélicas, vírgenes que recrean la fe sobre lo material, dirigibles y avionetas que portan pueblos enteros, y más dirigibles y avionetas.
El arte de Vicente no es exagerado. Tal vez sea críptico, difícil de entender para algunos. No hay duda que intenta manifestarse con el mejor medio que conoce. Considerando todo lo que nos ocupa, él, ellos y nosotros, estamos frente a un fenómeno pictórico muy particular.
Apunte: Vicente Hernández, Galería Cernuda, 3155 Ponce de León, Coral Gables, teléfono 305 461 1050
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